La
búsqueda de la felicidad constituye una de las constantes más profundas del ser
humano. De hecho todo lo que hace, en todos sus diferentes aspectos, lo hace
movido por el deseo inherente a su naturaleza de conseguir aquello que llamamos
comúnmente felicidad. Así, la felicidad es un fin natural y necesariamente
querido por cada hombre, en la medida que ejercita su inteligencia y voluntad.
Sin embargo, uno de los primeros problemas que tenemos al abordar el concepto
de felicidad está en los varios usos semánticos que puede tener este vocablo.
En este sentido, Tatarkiewicz en su obra Analysis of Happiness, distingue hasta
4 nociones:
-
Felicidad como experiencia sumamente afortunada
-
Felicidad como satisfacción por la propia vida
tomada como un todo
-
Felicidad como éxito, buena suerte, buena fortuna
-
Felicidad como eudemonia, esto es, la posesión del mayor bien accesible al
hombre.
De estos sentidos el segundo y el cuarto son los que revisten de mayor
interés. De hecho Abba recoge en su libro sobre Felicidad, Vida buena y Virtud
la distinción que hace E. Telfer al respecto y que desarrolla bajo el binomio:
happiness y eudemonia, entendiendo por happiness (= felicidad hedonista) un
estado placentero de satisfacción con la propia vida y con todo lo demás. Y por
eudaimonia la vida bien vivida, de cara a un bien en sí mismo.
En el primer
caso se refiere a una vida basada en la experiencia del placer, que se guía por
la materialidad de las cosas que consideradas en sí mismas atraen las
inclinaciones del sujeto y son objeto de sus actuaciones. En este sentido la
voluntad se siente atraída por la experiencia de algo en un nivel inmediato y
primario, se trata de la experiencia del placer; sin embargo, al ser la
voluntad un deseo racional, no solo desea experimentar algo ( placer) sino que
principalmente desea poseer algo o ser alguien.
Esto nos lleva a la otra
concepción de la felicidad entendida de modo general como "vida
buena" o vida bien vivida o posesión de bienes mayores en sí mismos.
Cuando estos bienes mayores se ponen en relación con el sujeto origina
actuaciones excelentes: este es el aspecto de la felicidad que se designa como
eudemonista. Como afirma Abba la felicidad en un sentido eudemonista consiste
en las actuaciones óptimas del sujeto en relación con el mundo, actuaciones que
realizan las potencialidades del sujeto, que da origen a ese estado de la
conciencia afectiva que constituye el significado principal del termino
felicidad en el lenguaje corriente, es decir, el estado de satisfacción por el
logro de los fines confirmados como verdaderamente importantes; de deleite en
el ejercicio de las actuaciones excelentes. Es sobre todo, la alegría del amor
a las personas, más que la paz de la conciencia, lo que constituye el fruto de
la conducta que intenta construir el bien debido para el hombre o verdadera
felicidad.
En otras palabras, que las
deliberaciones y elecciones de las acciones del sujeto tienen su
"motivación originaria" en ese interés, o voluntad, peremne y que
afecta a todos los hombres de conseguir la vida buena. de ahí que Abbá afirme:
Sin una motivación originaria por la vida buena no podría, ni siquiera, haber
acciones, en cuanto que faltaría el principio del ejercicio o de la eficiencia.
En efecto, una total indiferencia de la voluntad hacia todo objeto no podría
explicar como el sujeto puede decidirse a la acción; por el contrario, un
atractivo o interés originario por la vida buena puede explicar por qué el
sujeto se decide a obrar:
tal interés, en efecto, constituye el presupuesto
para que el sujeto pueda darse a sí mismo una razón para obrar. (...) Un deseo
natural de la vida buena es necesario para que la acción tenga un principio y
exista una continuidad en la conducta, para que se pueda hablar de *una* vida
buena. Pero también es necesario que este deseo se dirija a la vida buena como
tal, que sea puramente formal, indeterminado respecto a objetos y acciones
concretas, a fin de que pueda constituir el principio de un proceso de libre
autodeterminación, de concentración querida en una acción concreta. Por ello,
el deseo natural no es un acto de elección, sino el principio que hace posible
la elección (...) La vida buena, feliz, lograda, no es una de las muchas cosas
que el hombre quiere, sino la razón para querer todo lo que quiere. (p. 51).
Es el deseo de la felicidad verdadera la que nos mueve a obrar, el
deseo de esa vida buena la que nos mueve a autodeterminarnos. Existe en el
hombre un deseo de placer sensorial como tal; pero en el gobierno de la vida
buena este deseo es aceptado, moderado o inhibido según las circunstancias en
virtud de un juicio reflexivo que lo considera un bien digno, justo, debido
para el hombre. El hecho de que el placer pueda ser prudentemente buscado en la
vida buena transforma el sentido que tendría tal búsqueda si fuese solo
expresión, no sometida a juicio, del
deseo sensorial que se dirige al placer como tal. El placer buscado en la
medida en que es juzgado un bien digno para el hombre no es ya un placer
aislado, sino que se convierte en signo que realiza a su modo la verdadera
felicidad y el amor por las personas; es vivido no como nota aislada y
desafinada, sino como nota en una sinfonía; una cosa es gozar del placer
ciegamente, otra gozar de él como componente significativo de la vida buena,
del amor a las personas, como un primer momento de la verdadera felicidad.
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