La ética y el carácter ideal del valor

viernes, 6 de julio de 2012 0 comentarios

El aprendizaje de la ética viene siempre de la mano con la captación de los valores, que se muestran como los referentes obligados y vinculantes de toda actuación justa. La ética, por tanto, debe guiar a la persona en la práctica de estos valores que contribuyen justamente a su mejora personal y profesional. Esta vinculación se debe precisamente a que toda persona por el hecho de ser persona se inclina al bien. Como afirma Aristóteles: «el bien es aquello que todos quieren y por dicha razón tienden a ello» (Ética a Nicómaco, 1). El bien es aquello que mueve a las personas a obrar, a trazarse metas y proyectos.

Esta inclinación del hombre hacia el bien hace precisamente que el hombre intuya la existencia de los valores, como aquello que expresa un bien máximo que, al mismo tiempo, busca y desea en su interior. Se trata ciertamente del carácter ideal de los valores que hacen referencia a ese deber ser que reclama una existencia en la realidad. El estudio del carácter ideal de los valores lleva al estudio de la filosofía del valor. El hombre intuye los valores como una exigencia en su naturaleza, se trata del hombre en cuanto que aprecia en su interior un valor ideal como expresión primigenia de ese bien que busca y anhela y que ha de realizar con su obrar. Por ello, el mismo hombre nace con la carga de lo debido, y esto es justamente lo que fundamenta la conducta ética, como esa exigencia que tiene el hombre de cumplir el valor en su conducta, haciendo posible la Verdad y el Bien en relación con otros seres.

Ahora bien, carácter “ideal” no quiere decir “subjetivo”, puesto que nos estamos refiriendo a un primer momento de la captación del valor, sino que es ideal por lo que designa el deber ser, en cuanto máximo ideal, que reclama realización en la realidad, en el obrar humano. Este carácter ideal de los valores conlleva siempre un aspecto de infinitud, dado que aunque el valor se lleve a cabo en la realidad, éste nunca se acabará, sino que estará siempre exigiendo “realizarse”. Para ilustrar el carácter ideal de los valores veamos como existe el ideal de la justicia que se hace realidad en los actos de justicia, los mismos que no agotan ni realizarán plenamente el ideal de justicia; por lo que no hay que confundir el ideal de justicia con los actos de justicia que se logran en la propia vida personal a través de la puesta de práctica de los principios éticos.

El valor, por tanto, es independiente del sujeto, posee un valor ontológico, pero al mismo tiempo posee un carácter ideal, en cuanto que constantemente está llamando a su realización en el actuar humano. Aún más, el valor está ligado al mismo tiempo al sujeto, en cuanto que es apreciado por éste como expresiones ideales del bien que anhela en su interior. El valor es en sí mismo apreciado por lo que de ideal hay en él y, al mismo tiempo, es hecho realidad mediante el obrar ético de las personas, de ahí la estrecha relación entre valor y ética.

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